martes, 29 de marzo de 2011

XII. No hay familia perfecta

Ves las fotos viejas y piensas en otros tiempos, te acuerdas de los que ya no están, sientes nostalgia, lees las sonrisas y te das cuenta lo fácil que era todo, lo felices que éramos.

   Pudiera interpretarse que ahora todo está del carajo, que uno no es feliz, que falta algo... pero como seres humanos tenemos buenas y malas rachas y tenemos la maravillosa capacidad de adaptarnos a lo que sea.... si queremos. Soy feliz, no me falta nada. He aprendido a aceptar la situación actual, las ausencias y el desarrollo doloroso de los sucesos. Decidí que no me iba a quedar estancada en extrañamientos y rencores.

   Muchos años, quizás toda mi vida fui el roble. Me ponía dura, me hacía la fuerte, decía que podía sola. Y un día, tanto era el peso que traía encima, tan dura me ponía, tan invulnerable me sentí y el huracán fue tan fuerte, tan contundente y venía ya gestándose de muchos años antes que... simplemente me rompí. Me rompí con tal fuerza que salieron a flote muchas cosas y me enojé... conmigo. Nadie me dio las herramientas para salir bien parada del huracán. Nadie me dijo que ser vulnerable estaba bien y que me sería mucho más fácil ser bambú y moverme al compás del huracán... el Let It  Be de los Beatles. Al final, siempre son los bambús los que prevalecen, porque se mantienen moviéndose con el viento, flexibles. Así que aunque pareciera que el Bambú es más débil y enclenque que el Roble, no es así.

   Con los amigos se tiene la libertad de escogerlos, de decidir si los queremos en nuestras vidas o no. A la familia no. La familia está y no hay opción de intercambio.  Nadie, y léalo bien, nadie cambia porque los demás queramos que cambie, es sólo una manera de desgastarnos. Si queremos cambiar a nuestra pareja o a nuestros amigos, perdemos nuestro tiempo y normalmente nuestros caminos terminan por separarse. Uno no tiene la libertad de hacer lo mismo con la familia.

Sin embargo, yo ya he decidido que necesito a mi familia para nutrirme. Como todas las relaciones sanas no considero prudente estar con ellos todo el día todos los días, pero sí darme tiempo de calidad a su lado. Es necesario para mantenerme en equilibrio. Pero no voy a cambiar a mi madre, ni a mi padre, ni a mis hermanas y hermano. Es desgastante e infructuoso. ¿Qué me queda entonces por hacer? Ser bambú. Let It Be. Go with the Flow. Aceptarlos como son. No puedo cambiarlos a ellos, pero sí cambiar mi actitud hacia ellos.

Amar significa mucho más que amar. Amar es ser realistas. Es aceptar las cosas como son. Así es el amor propio, amarnos con lo bueno y con lo malo. Amar es aceptar a la gente que amamos con lo bueno y con lo malo. Y nada que provenga de amor puede traer consecuencias malas.

La mala relación que yo tenía con mi familia no iba a sanar de la noche a la mañana porque había un círculo vicioso de rencores, descalificaciones y profundos dolores. El Causa y Efecto me dio una paz que no había conocido jamás porque dejé de culpar a mis padres del dolor que yo misma me causé. Sí, fui yo, que al amarlos sufrí con algunos de sus actos. Sin embargo analicé el porque de sus actos y entendí que estaban bien chavos, no sabían qué pedo, la cagaron, se precipitaron al enamorarse y casarse tan rápido y cayeron en la rutina hasta que dejaron de amarse. A veces eso pasa en las relaciones y no lo entendí hasta que me sucedió a mí. Terminaron odiándose porque debido a esa decisión precipitada de juventud no vivieron lo que tenían que vivir, sobre todo mi madre y de repente, siendo yo una adolescente tenía en casa a una madre que quería actuar como una chiquilla y que no se daba cuenta que nos lastimaba porque nosotras estábamos viviendo una revolución hormonal, no sabíamos aún quiénes éramos y no supimos cómo manejar tal cosa. Todo se salió de control y empezó un círculo vicioso repleto de cosas negativas.

La última vez que sostuve una verdadera plática con mi madre al respecto fue en Navidad. Nos sentamos ella y sus cuatro hijos a la mesa. Por un momento creí que regresaría la vieja Dana, esa que descalificaba, se enfurecía, gritaba, aventaba cosas, insultaba, y salía hecha una furia. Por algunos segundos volví a ser esa. Y entonces It Hit Me. No iba a lograr nada haciendo eso y no había razón para ello; mi rencor es ya nulo. Entonces me sorprendí con mi tono de voz (completamente calmo y bajo, pero fuerte y contundente). Por primera vez una persona controlaba el desarrollo de esa plática que por fin nos iba a liberar y esa persona era yo. Me di cuenta que en tantísimos años jamás nos habíamos dedicado una sola palabra de aliento o de amor. Y quise romper con el círculo. Le dije a mi madre cuánto la había necesitado esos años y de qué manera estaba cansada de pelear. Lloramos mucho. Sé que la plática aún no ha dejado en paz a mi madre, ni a mi hermana. Pero a mí sí. Yo no pretendo hacerlas entender porque creo fielmente que entendemos y que It Hits Us cuando algo hace click. Pero eso es algo que no puedo decidir yo... acaso provocarlo y sólo eso.

Sólo quiero que sepan, Mamá, Dayra, Papá, Dariana y Luis: que no importa que pase, no importa cuándo It Hits You, no importa cuándo podamos ser de esas nuevas familias disfuncionales que a pesar de la disfuncionalidad, del pasado feo, de las nuevas personas que se integran a nuestra "familia" (a disgusto de algunos), se aman y se apoyan y pueden estar juntos sin hacer show... no matter how, no matter when... Yo siempre estaré aquí. Yo siempre los amaré así como son. Yo daría un pedazo de mí o mi vida entera por ustedes. He aprendido a amarlos con todo lo que son. He decidido amarlos con todo lo que son. He decidido demostrárselos. Y sueño con el día en que podamos dejar todo atrás y amarnos con todas nuestras fuerzas, sin reservas ni rencores. Yo ya lo hago. Los espero de este lado, con una sonrisa y un abrazo. No importa cuánto tarden, seré muy paciente. Los amo.

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