martes, 29 de marzo de 2011

III. El Origen

Vino Enero y entonces llegó la hora de regresar a mi realidad. Las vacaciones habían terminado y yo tenía que regresar al trabajo (cada vez más frustrante) y a la universidad (donde simplemente no podía concentrarme). Y fue entonces que la ansiedad no me dejaba vivir tranquila. Algo me decía que ya no podía estar en esa situación más tiempo, decidí que tenía que dejar Pachuca no matter what. Que ya no era feliz, ni capaz. Pensé en destinos cercanos y en destinos tan lejanos como otros continentes... pero jamás pensé en regresar a casa. Odio casa. Porque es un pueblo, porque no hay nada que hacer, porque no quería encontrarme a Tó ni a su familia, porque regresar significaba un retroceso (¡tanto trabajo que me había costado salir!), porque de qué iba a vivir, porque... Muchos porqués. Me entraba la ansiedad y el llanto. Estaba literalmente hasta la madre. De mi casa, de mi cuarto (donde llevaba ya meses viviendo en medio de cajas y bolsas sin desempacar aún), de la universidad, del trabajo y del mundo entero. Lloré con Karla (una antigua compañera del trabajo) y sólo atinó a decirme: "Tranquila, las cosas se acomodarán solas".

   Pero yo no quería escucharla. Yo quería soluciones rápidas y eficaces... Y esas a veces no existen.
   Y justo cuando estaba a punto de darme por vencida es que Karla tuvo razón. Las cosas se acomodaron. Justo en su lugar y justo cómo tenían que acomodarse. Ni más, ni menos. Ninguna otra decisión me dio la paz que me dio ésta.

   Yo no tenía otro lugar en dónde estar que no fuera casa.

   Justo cuando entendí eso es que los foquitos en mi cabeza se prendieron todos. Regresé a Tula, dónde sabía que un elemento importante dejaba mi antigua franquicia. Me ofrecieron el puesto a mi. Dejé la universidad porque no tenía nada que hacer allí, no estaba para libros. Regresé con mi abuelo, justo al origen de todo, a la casa donde pasé toda mi infancia en medio de sus pasos lentos y su voz tranquila. Regresé para darle todo el amor que me había dado él a mí.

  Es la mejor decisión que pude haber tomado en la vida. Se la debía a él y me la debía a mi.

  Y entonces es que empezó el duelo o empezaron todos. El roble estaba por romperse.

No hay comentarios:

Publicar un comentario