martes, 29 de marzo de 2011

VIII. Interlingua Shit

¿Ya hablé de lo difícil que era mi trabajo al principio de mi regreso a Tula? Pues sí. Yo era una chavita de 22 años, apenas ascendida. Mi jefa era una mujer de 40, con 20 años en la empresa. Leo me recordaba mucho a mi mamá por muchas razones: es una mujer bien trabajadora, súper inteligente, súper capaz, pero muchas veces irrascible, con tendencias a querer tener siempre la razón, y algunas veces incapaz de aceptar errores. No olvide usted, que cuando yo llegué a Tula iba muy mal. Y ella hacía las cosas más difíciles. Cuando yo llegaba al trabajo pasábamos una hora discutiendo temas de la sucursal y me dejaba al mando. Muchas de esas horas fueron horribles. Mi capacidad de concentración era nula y más de una vez en cuanto ella salía por la puerta yo me tiraba a llorar. Me sentía completamente incapaz de llevar cabalmente el puesto que se me había designado. Leo me llenaba de frustración y enojo.

A partir de la cocinada, el yoga, regresar a leer, la comida sana y la meditación me hallé a mi misma cometiendo menos errores (casi ninguno) en el trabajo. Y a veces notaba que lo que Leo quería era nomás echar bronca. Digo, no la culpo. A veces uno trae tantas presiones que se desquita con los demás. Leo se desquitaba conmigo y a veces con justa razón. Yo apenas estaba aprendiendo. Muchas veces tuvimos discusiones encarnizadas donde no se llegaba a ningún punto de inflexión y yo tenía que ceder.  Los últimos meses en Tula recuerdo que llegué al trabajo completamente tranquila y me armó la bronca por una pendejada. Dejé mis cosas parsimoniosamente, la volteé a ver sonriendo y le dije "A ver Leo, ¿Tiene solución" a lo que ella contestó que sí. "¿Y entonces? ¿Por qué te enojas? Ahorita lo resolvemos." Y le sonreí, con una sonrisa que ni ella ni yo conocíamos. La dejé callada.

La realidad era que ella también estaba harta de la compañia, de los jefes de ambas y estaba presionada porque Tula ya le quedaba chico. Quería volar. Y entonces se sentía frustrada porque no sabía qué decisión tomar. A medida que el tiempo pasaba, que yo me recuperaba y ella iba tomando su decisión, las cosas se fueron relajando. Los últimos meses juntas fueron casi perfectos. Ambas estábamos en sincronía y no había problema alguno. Por primera vez éramos un equipo. Y Leo es una de las personas a las que agradezco muchísimo con esta historia. A nivel profesional aprendí muchísimo de ella. Aprendí muchísimo de mí, de mi paciencia, de la empatía que se debe sentir, y que muchas veces cuando la gente reacciona mal y de malas es porque trae sus propias cargas encima. Aprendí que yo no voy a cambiar a la gente y que todos traemos nuestras difíciles historias de vida atrás, historias que muchas veces cobran fuerza en las historias del presente impidiéndonos ser felices. Aprendí a medir mis palabras y noté muchos de los errores que a nivel profesional hiciera en el pasado, con mi desbocada pasión por las cosas.

Aprendí también cuánto y de qué manera amaba mi trabajo. No la parte esa administrativa, pero redescubrí por ejemplo cuánto amo el trato con la gente y el "el cliente siempre tiene la razón", por primera vez me di a querer, fui más suave en mis maneras, volví a enseñar a niños (y aprendí una vena tiernita que había en mi y cuando me dí cuenta había niños abrázandome en la oficina), volví a dar clase sin contar los minutos para que terminara (como cuando estaba deprimida), lo mismo me daba dar un nivel básico que un avanzado, los disfrutaba igual. Amaba capacitar maestros y enseñar el método Interlingua (que es realmente maravilloso a nivel pedagógico). Aprendí a lidiar con gente difícil, con gente irresponsable, a separar lo personal de lo profesional, a lidiar con situaciones urgentes... ¡Volvía  a ser yo! Reedescubrí mi pasión por enseñar con la férrea determinación de que la gente aprendiera un segundo idioma y la disciplina que me caracteriza.

Hace algunos meses que ya no enseño, pero tengo claro que es una de las grandes vocaciones en mi vida. ¡Quien me lo iba a decir esa noche a la edad de 19, cuando me hallé sin un centavo en la bolsa y dije "Va, voy a ser teacher" Nadie.

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